miércoles, 15 de junio de 2011

¿Quién les robó el 10 de mayo?



Por: Psic. Emma González*
2011-05-10


FUENTE: http://www.dis-capacidad.com/nota.php?id=1462

La maternidad, entendida como lenguaje sublime de existencia y vida a través de otro, es manifestación de “amor natural” en toda mujer. Se piensa que la mayoría de las veces  actúa por instinto al convertirse en madre y con ello se le niega el reconocimiento a los múltiples e invariables esfuerzos que tiene que realizar para desarrollar un sinfín de habilidades que le permitan ser una madre lo suficientemente buena, tal cual se refiere a ellas Winnicot.
¿Habrá en este mundo a quien se le niegue la posibilidad de ejercer su maternidad? Por desgracia la respuesta es que sí. En este mundo y en este país ocurre algo preocupantemente silencioso, perversamente cobijado por la invisibilidad de la ausencia de datos al respecto. Esto impide que se emitan alertas y demandas pertinentes para poder actuar y corregir conceptos peligrosamente mal entendidos que llevan a acciones desgarradoras.
                              Jovencita con discapacidad intelectual abrazando una muñeca
Mujeres con discapacidad intelectual son histerectomizadas bajo el consentimiento de los propios padres de familia, con el argumento de darles protección. ¿Protección para quién? ¿De qué se supone  estamos defendiendo a estas mujeres? No solamente hemos decidido imponerles el juicio lapidario de incapacidad para ejercer su maternidad como función social, sino además tomamos una conducta que a todas luces es discriminatoria y que fomenta la violación sistemática a sus derechos fundamentales.
Se supone que todos nacemos libres e iguales en dignidad y derechos y que toda persona puede invocar todos, sin distinción alguna y, por ende, sin distinción de sexo incluidas por supuesto las personas-mujeres con discapacidad intelectual. Pero ocurre que dada esta doble condición -de mujeres y de personas con discapacidad- sufren los estragos de las aquiescencias de un sistema de salud, social  y judicial pérfido, cruel e involucionado que no reconoce que “las mujeres y las niñas con discapacidad suelen estar expuestas a un riesgo mayor dentro y fuera del hogar, de violencia, lesiones o abuso, abandono o trato negligente, malos tratos o explotación”
Dentro de la clasificación de la discapacidad encontramos grados de funcionalidad que se dividen en profundos, moderados o leves. Pudiéndose entender que una mujer con discapacidad profunda --debido a serias dificultades y limitaciones causadas por una disfunción intelectual o cognitiva-- podría llevar a cabo un ejercicio de maternidad, es inadmisible pensar en la histerectomización como una medida de prevención y protección a sus derechos; la histerectomía evita el embarazo pero ¿qué medidas evitan el abuso sexual?
Estas mujeres deberían gozar del más alto grado de protección y cuidado pues debido a su condición sumamente vulnerable quedan expuestas a toda clase de abusos sobre todo sexuales.
Las exigencias deberían de ser hacia un sistema legal que proporcione medidas necesarias para la protección a su integridad; sobre todo cuando mujeres con discapacidad se encuentran (indebidamente) en estados de reclusión donde los abusos se cometen de forma constante y permisiva.
Otro panorama no más alentador es el que se ve en el hogar, donde los mismos padres de familia caminan en completa soledad y obscuridad ante el tema desde el nacimiento de sus hijos y el temor a  repetir la historia es constante. Para ellos tampoco existen sistemas de acompañamiento efectivos formales que les brinden orientación específica en cuanto a las etapas de desarrollo de sus hijos, entre ellas la adolescencia y el  manejo de la sexualidad.
El temor de los padres de familia se basa en el riesgo de que una persona con discapacidad congénita pueda heredarla. Pero si bien existe el “riesgo” latente, como en todos, también existen medidas de orientación y acompañamiento que deben ser explicadas y dirigidas tanto a los padres como a la hija con discapacidad intelectual.
Algunos padres de familia toman la decisión de someter a sus hijas a prácticas anticonceptivas irreversibles incluso cuando éstas cuentan con una plena conciencia para tomar la decisión de ser madres. La escasa promoción de sus derechos, como el acceso a la justicia, salud, acceso a la información, a la igualdad de reconocimiento como persona ante la ley, a la no discriminación, la protección contra la explotación, la violencia y el abuso, el derecho al respeto de la privacidad, del hogar y de la familia, resulta en que éstos parezcan inexistentes.
Al no contar con programas que apoyen la autonomía y respeto de las decisiones de las personas con discapacidad, éstas quedan atrapadas en la ignorancia, al igual que sus padres quienes sin saberlo secuestran una posibilidad de vida más libre para sus hijas, aunque muchos opinen lo contrario.

*La psicóloga Emma Gonzalez tiene experiencia en la atención a niños y adolescentes con discapacidad intelectual. Es promotora de los derechos de esta población y hasta hace poco dirigió el centro de atención integral Formación y Habilitación Down´s en la ciudad de México.


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