Hábitos, rituales, costumbres y flexibilidad
en las personas con síndrome de Down
2ª parte
Dennis McGuire y Brian Chicoine
Fuente:
http://www.down21.org/web_n/index.php?option=com_content&view=category&id=1099:articulo-profesional&Itemid=169&layout=default
Cómo afecta el estrés a los hábitos/rituales
Hasta
ahora, hemos establecido lo que constituye un hábito realmente
maladaptativo frente a lo que es sencillamente una conducta rara o
absurda. Ahora es necesario que hablemos sobre algunas de las otras
causas o factores estresantes que motivan los hábitos maladaptativos en
las personas con síndrome de Down. Para esto hemos de tener en cuenta un
concepto, sencillo pero importante, y es que estas personas tienen una
gran propensión a repetir las ideas o las conductas, una vez que éstas
han comenzado. Por desgracia, esto puede abarcar ideas o conductas que
no siempre son apropiadas, y que pueden incluso suponer una seria
amenaza para su salud y su bienestar, y que son, por tanto,
maladaptativas. Por ejemplo, muchas familias se quejan de que el adulto
con síndrome de Down adquiere “malos hábitos” primero imitando, y
después repitiendo las conductas de los demás, como agitar las manos,
dar golpes, rascarse la piel, e incluso fingir ataques. Las personas con
síndrome de Down también pueden desarrollar rutinas maladaptativas
cuando eligen opciones inadecuadas con respecto a su conducta, y después
esto se convierte en una pauta habitual. Por ejemplo, pueden
“acostumbrarse” a quedarse levantados hasta muy tarde viendo películas o
la televisión, mientras se dedican también a consumir alimentos o
refrescos poco saludables.
Asimismo, hemos de
considerar que esta propensión a generar hábitos puede conducir a la
adquisición de hábitos maladaptativos cuando alguien está experimentando
demasiado estrés. Esto sucede porque los hábitos representan tendencias
o caminos preexistentes, que se convierten después en conductos
naturales para expresar el estrés. En otras palabras, un hábito es
similar a cualquier tipo de predisposición física. Por ejemplo, las
personas pueden tener predisposición para sufrir dolores de cabeza, o
para tener problemas estomacales o intestinales, que se activan durante
los periodos de estrés. Estas áreas parecen ser los “puntos débiles” de
esas personas, y ahí es donde se localizan los síntomas físicos
colaterales del estrés. De forma similar, la tendencia de las personas
con síndrome de Down para adquirir rutinas y hábitos puede desembocar en
costumbres que se vuelven inflexibles e improductivas como consecuencia
del estrés.
El proceso específico para adquirir un
hábito problemático puede explicarse si tenemos en cuenta la asociación
que existe entre los hábitos y el proceso químico cerebral de un
trastorno obsesivo-compulsivo. En una situación de estrés mantenido, las
sustancias químicas cerebrales necesarias para activar la sinapsis
existente entre las terminaciones nerviosas (neurotransmisores) pueden
volverse deficitarias y, por consiguiente, más similares a las
deficiencias químicas observadas en los trastornos obsesivo-compulsivos.
Como consecuencia de ello, el hábito puede volverse más rígido y
maladaptativo. Por ejemplo, en una situación de estrés, una persona que
normalmente sea un tanto flexible, puede adherirse con rigidez a alguna
rutina, como la de ducharse todos los días a las 7 de la tarde, aunque
esa actividad le impida realizar otra que anteriormente le gustaba, como
ir al cine, por ejemplo. Otro ejemplo común es obsesionarse tanto con
algún famoso, o con algún asunto amoroso (real o imaginario), que esta
preocupación comience a interferir con las actividades en casa o en el
trabajo.
En resumen, las personas con síndrome de Down
suelen tener tendencia a repetir ideas y conductas que pueden ser
enormemente beneficiosas, pero también una fuente de problemas más
serios. Irónicamente, los hábitos maladaptativos pueden resultar muy
útiles como método de comunicación. Así como las costumbres adaptativas
constituyen un medio poderoso para expresar las opciones y las
preferencias de las personas, de igual modo un hábito inflexible puede
ser un medio poderoso para expresar la presencia de problemas de salud,
sensoriales, sociales, o de estrés emocional. Esto es semejante al
concepto del dolor físico, que puede ser la única clave que revele la
existencia de un problema de salud. Un hábito inflexible puede
manifestar el estrés referido a cualquier área del funcionamiento, como
por ejemplo, problemas de salud, deficiencias sensoriales, o estrés
ambiental, en casa o en el trabajo.
Interpretar los hábitos “inflexibles”
Hemos
comprobado que los hábitos inflexibles pueden expresar una advertencia
general de que la persona con síndrome de Down está experimentando
estrés. Pero además, pueden comunicar mensajes más específicos sobre
algún problema. He aquí algunos.
Indicaciones de dolor o de problemas físicos
Volviendo a la analogía del dolor de cabeza, un dolor de cabeza puede
ser una advertencia general de un problema de salud, mientras que
también apunta más específicamente a la zona de la cabeza, como una
sinusitis, por ejemplo. Igualmente, un hábito inflexible, como las idas
continuas al cuarto de baño, pueden parecer una advertencia general
sobre un problema, pero también pueden estar indicando un problema de
salud concreto, como una infección de vejiga o de riñón. En algunos
casos, a las personas con síndrome de Down que han tenido gestos
rituales de tocarse o pellizcarse la cara o las orejas, se les han
descubierto problemas serios de sinusitis u otitis. Actos similares a
los descritos pueden servir para alertar a los cuidadores sobre la
presencia de deficiencias visuales o auditivas.
Creemos que los problemas físicos provocan una mayor sensibilidad en la
zona afectada del cuerpo, que entonces dispara y pone en marcha un
patrón o una conducta repetitivos. Cuando un adulto con síndrome de Down
tiene un hábito inflexible, siempre es importante llevarlo al médico,
además de a un profesional de la salud mental, especialmente si el
adulto presenta un hábito que tenga alguna asociación con el cuerpo, o
con alguna función corporal.
Henry
presionaba repetidamente con la mano su propio recto. En nuestro Centro
le fue diagnosticado un doloroso e incómodo problema de vejiga, que le
impedía orinar. Su acción le proporcionaba cierto alivio, porque
estimulaba la vejiga para orinar. Sus actos, aunque fuesen poco
ortodoxos y alarmantes, también surtieron efecto pues alertaron a sus
cuidadores sobre la existencia de un serio problema de salud, y porque
apuntaban a la zona específica donde se hallaba el problema. Como podrán
imaginar, esto provocó también que el personal le prestara ayuda
inmediata, especialmente teniendo en cuenta que Henry no era muy
cuidadoso lavándose las manos, y que embadurnaba de heces las paredes de
su piso tutelado, y del cuarto de baño. El tratamiento subsiguiente de
su enfermedad de la vejiga, que resultó satisfactorio, terminó por
eliminar el problema. A pesar de todo, Henry tardó algunos meses en
abandonar esta costumbre, después que se hubiera resuelto su problema de
salud.
Problemas sensoriales y hábitos
Los problemas sensoriales, referidos al tacto, al gusto, al olfato o a
la vista, también pueden desencadenar hábitos inflexibles. Este tipo de
hábitos suelen hacer sonar una alarma general, pero también pueden ser
indicativos de un problema sensorial específico. Por ejemplo, el tacto o
la sensibilidad táctil, es probablemente una de las principales razones
que subyace en las preferencias fuera de lo común que tienen algunos
adultos con síndrome de Down en relación con su ropa. Por citar un caso,
hemos visto a muchos adultos que sólo usan ropa suave y holgada, como
pantalones de chándal, por ejemplo, debido a una aparente sensibilidad a
determinados tipos de tejidos. Más de uno se niega también a ponerse
unos vaqueros nuevos, y otros no aceptarán ponerse ningún tipo de ropa
nueva. Algunas personas incluso intentarán ponerse la misma ropa todos
los días, o el mismo “uniforme”, compuesto por las mismas camisetas
desgastadas y los mismos pantalones usados.
Los
familiares suelen ingeniárselas aportando soluciones creativas y otras
adaptaciones para afrontar esta idiosincrasia. Por ejemplo, si un adulto
sólo usa un equipo, independientemente de la ocasión (una boda, un
encuentro con el Presidente, etc.), existe el remedio del lavado de ropa
nocturno mientras la persona duerme. Otras familias lavan la ropa nueva
veinte veces antes de que el adulto se la ponga, compran vaqueros
especiales que vienen desgastados ya de fábrica, o adquieren ropa de
segunda mano, previamente seleccionada.
Por suerte,
hemos notado que estos problemas aparecen y desaparecen según el grado
de estrés que el adulto esté experimentando, o dependiendo de su madurez
y de otros factores. En consecuencia, las personas son a veces más
capaces de probar diferentes soluciones para resolver estos problemas.
Por ejemplo, puede que un adulto esté mejor dispuesto a probar prendas
diferentes del chándal, como podrían ser unos pantalones cortos de
algodón fino, en las temporadas más calurosas del año, o pantalones
largos de algodón suave, que quizá sean más apropiados para las
ocasiones más formales. Afortunadamente también, muchas de las personas
que tienden a usar un equipo, o sólo un uniforme, cambian periódicamente
a otra cosa distinta. Aun así, si el problema se sale de control y
comienza a interferir en las actividades básicas en casa o en el
trabajo, nosotros hemos ayudado a algunas personas a volverse un poco
más flexibles utilizando estrategias conductistas y, cuando ha sido
necesario, utilizando medicación (fármacos inhibidores de la recaptación
de serotonina).
Muchas personas con síndrome de Down
también tienen rituales referentes a los alimentos, que pueden
convertirse en hábitos maladaptativos. Una de las muchas causas posibles
es una aversión a ciertas texturas y a ciertos sabores en la boca. Las
personas con este problema suelen ser tildadas de melindrosas, porque
con frecuencia rechazan determinados alimentos. A veces, estas personas
rechazan ciertos tipos de alimentos basándose en sus experiencias
previas con los mismos, pues en el pasado los tomaron preparados de una
forma que no les gustaba (crujientes, poco hechos, etc.). Con el tiempo,
y utilizando el sistema de ensayo y error, casi todas las familias
descubren los alimentos suficientes y los modos de prepararlos, para que
resulten del gusto del individuo. Unos pocos adultos con síndrome de
Down adquieren una aversión a los alimentos más extremada, y pueden
incluso negarse a comer. Afortunadamente, este problema no es frecuente
ni suele durar mucho, y los que lo tienen generalmente responden bien a
la medicación y a la terapia conductual.
Otro problema
sensorial frecuente en los adultos con síndrome de Down es un tipo de
percepción de la profundidad de campo, u otros problemas visuales
derivados de ésta, que hacen que para ellos resulte difícil subir
escaleras o pasar por superficies desniveladas o irregulares. Parece que
este problema suele acrecentarse con la edad, aunque algunos individuos
lo tienen ya desde niños. Normalmente, no es un problema incontrolable.
La mayoría de estas personas siguen caminando por superficies
irregulares (incluso por superficies mojadas o nevadas), y también
siguen subiendo y bajando escaleras, sólo que lo hacen muy despacito y
con mucho cuidado. Sin embargo, algunas personas adquieren hábitos y
desarrollan rituales en torno a estas dificultades, lo que, en
ocasiones, puede causar problemas. Por ejemplo, hemos notado que muchos
de estos individuos tienen dificultades para utilizar las escaleras de
los auditorios, las salas de cine o los estadios deportivos,
especialmente cuando estos lugares están a oscuras o muy atestados.
Muchas personas intentan sobrellevar este problema moviéndose muy lenta
y metódicamente, lo que no siempre es práctico si, por ejemplo, acuden a
un acto que se celebra en un local muy grande. Sin embargo,
normalmente las familias resuelven este tipo de problemas llegando con
algo de antelación, y esperando después, para salir, hasta que casi todo
el mundo lo haya hecho. Aun así, algunos individuos se niegan de plano a
acudir a este tipo de eventos, probablemente debido a otras
experiencias negativas que han tenido anteriormente. Esto puede
convertirse en un problema más serio, si también afecta a la habilidad
de la persona para utilizar las escaleras situadas en los lugares a los
que resulta inevitable acudir, como los centros comerciales, la escuela o
el trabajo. Por lo general, estos problemas implican trastornos de
ansiedad, y también un hábito maladaptativo más serio (trastorno
obsesivo-compulsivo).
La aparición de los hábitos
inflexibles también puede deberse a muchas otras clases de problemas
sensoriales. Éstos pueden manifestarse como movimientos repetitivos
manuales o corporales, incluyendo conductas autolesivas leves, como
levantarse las costras de las heridas, morderse los dedos, etc. La causa
de estas conductas es diversa, y a veces conlleva ansiedad e incluso
tics que la persona no puede controlar conscientemente. Sin embargo,
este tipo de conductas repetitivas también puede estar relacionado con
problemas sensoriales, que incluyen los que mencionamos anteriormente
relativos al tacto, al gusto, la vista, el oído y el olfato, y también a
otras áreas menos conocidas como la propiocepción y el sistema
vestibular (que tiene que ver con el movimiento y la orientación del
cuerpo en el espacio). Quien mejor puede evaluar estos problemas es un
terapeuta ocupacional, profesional especializado en problemas de
integración sensorial. Los terapeutas ocupacionales han venido
realizando grandes progresos desde hace más de 25 años, identificando y
resolviendo los problemas derivados de las disfunciones del complejo
sistema sensorial.
Indicaciones de estrés ambiental
Un hábito rígido también puede indicar la presencia de algún tipo de
tensión ambiental. Uno de los mensajes más corrientes expresados por un
hábito inflexible es un mensaje de elusión. Con frecuencia, un hábito
inflexible que se utiliza para evitar alguna cosa, se desarrolla a
partir de otro hábito que servía originalmente para relajarse. Por
ejemplo, como dijimos anteriormente, las personas con síndrome de Down
suelen relajarse repitiendo una actividad agradable en un espacio
tranquilo o privado. A medida que aumentan en su entorno las tensiones o
los conflictos, es posible que comiencen a pasar cada vez más tiempo en
sus espacios privados, realizando las actividades que les relajan o que
les absorben. Algunos adultos se mueven más despacio y se vuelven
todavía más meticulosos para llevar a cabo sus rutinas matutinas, con la
finalidad de rehuír algún problema en la escuela o en el trabajo. Si
consiguen ser lo suficientemente lentos, puede que pierdan el autobús, y
de paso eviten el conflicto.
Existen muchos y muy
diferentes conflictos o situaciones que las personas pueden tratar de
evitar, por ejemplo, las agresiones físicas o verbales, o a un cuidador
(padres incluidos) sobreprotector o demasiado entrometido. En el
trabajo, los adultos con síndrome de Down pueden intentar evitar los
conflictos o las tensiones con los demás, así como el bullicio y el
aburrimiento del trabajo, y tal vez lo hagan quedándose en un sitio
tranquilo, como la cabina de un cuarto de baño.
Otras razones
En otras ocasiones, el mensaje de un hábito rígido es una clara
expresión de algún asunto que tiene poca importancia o gravedad. Por
ejemplo, puede que algunos individuos adquieran hábitos rígidos en
relación con su arreglo personal, cuando van entrando en la etapa de
conciencia de su propia imagen en la adolescencia. (Recuerde que ésta
suele comenzar más tarde en los adultos con síndrome de Down, en
comparación a la población general) Por ejemplo, es posible que se
peinen o que se cepillen el pelo excesivamente, o que una y otra vez se
pongan y se quiten distintos equipos por la mañana, tratando de
descubrir el que mejor les sienta.
Las conductas
impropias o extrañas, como decir o dibujar repetitivamente algunas cosas
con contenido sexual o violento, pueden servir para alertar a los demás
sobre la posibilidad de que se esté produciendo un abuso físico o
sexual. Por ejemplo, cuando de pronto Gary comenzó a dibujar
reiteradamente unas figuras con explícito contenido sexual, se investigó
cuidadosamente y se llegó a descubrir que Gary estaba siendo objeto de
abusos sexuales. El tratamiento adecuado, después de haberlo apartado de
la situación abusiva, produjo una reducción en su conducta repetitiva.
(Continuará)
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