Fuente: www.sexovida.com
Condicionantes de la cultura
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Muchas veces es lo que perdemos tempranamente,
sobre todo de nuestros padres: las caricias, los masajes que nos daban por todo
el cuerpo, los "mimitos" pasan a ser olvidados y dejados de lado.
Siempre recuerdo algo que nos decía el profesor Dr. Escardó cuando cursábamos
Pediatría: "el eczema infantil es una enfermedad por falta de
caricias".
Sabemos que la piel se origina de la misma raíz
embriológica que el cerebro con lo cual la dermis no sólo es una cubierta sino
algo donde se reciben las sensaciones afectuosas, agresivas o dolorosas. O sea
que, salvo los condicionantes de la cultura, no hay nada que nos impida
disfrutar de las caricias. Es cierto que los varones han privilegiado los
estímulos visuales, al punto que el voyeurismo es una parafilia típicamente
masculina; las mujeres le dan suma importancia a lo táctil, a las caricias,
masajes, mimos y besos; pero creo que es algo que está en proceso de cambio:
hay mujeres que ven desnudos masculinos en shows y films "hardcore" y
varones que disfrutan sobremanera de masajes eróticos o de una fiesta de
caricias.
Se podría teorizar que el placer del agua
tibia en nuestra piel cuando tomamos un baño o una ducha, no se debe a un acto
de necesaria limpieza y sí de recuerdos, en la piel y mucosas, de nuestro paso
uterino por el líquido amniótico.
Acariciándonos
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Pensemos en la importancia fundamental que tiene
para todo niño el contacto temprano con su madre y la añoranza que guarda
durante toda su vida por esa pérdida. Acariciarnos y tocarnos con nuestra
pareja, en cierta manera, nos devuelve al paraíso perdido de la infancia.
Desgraciadamente se ha perdido también esa posibilidad de contacto más allá de
los genitales. Especialmente en el varón donde prima como hecho único y
fundamental la cuestión de su falo erecto sin pensar que es parte de un cuerpo.
Creemos que, y sabemos que el sentido del tacto es uno de los primeros en
desarrollarse, en los varones disfuncionales ese sentido se ha ido atrofiando
en desmedro de la función genital.
Este contacto con la madre, y luego con el padre,
dura pocos años y cuando el niño o niña crecen, llegando a la pubertad, declina
bruscamente: el cuerpo deviene algo prohibıdo.
En años posteriores, para colmo, al varoncito se
le irá diciendo que no hay que tocarse, que darse caricias es de niñas; de tal
manera que el contacto corporal sólo quede limitado a la pelea y al deporte.
Los padres, pasada la infancia, ya casi no acarician a los hijos ni tienen
juegos corporales con ellos. El mensaje básico sería entonces "no toques,
no te toques, no me toques". Incluso muchas parejas se avergüenzan de
mostrarse frente a sus hijos en actitudes cariñosas ("no me des un beso
que están los chicos"). A partir de eso, el niño, que ve que los grandes
no se besan ni se tocan cariñosamente va emulando a los padres poniendo una
seria barrera entre su corporalidad y el mundo circundante. Es interesante ver
como, por ejemplo, cuando alguien roza a otro por la calle la primera expresión
que brota de los labios es "disculpe", tal vez sería bueno fantasear
que podría trocarse en un "le agradezco mucho el contacto".
A las niñas se les permiten los juegos y los
saludos donde intervienen caricias, besos, arreglos en el pelo, lo que también
van reforzando las aprensiones de los varones: "eso es de mujeres",
es sinónimo de debilidad, de falta de hombría. Tocarse y acariciar es preámbulo
de sexo y nada más. No hay término medio: “si me acarician tengo luego que
penetrar, si se acercan voy a tener que responder”. Así empieza a fallar y a
hacerse la idea nefasta por la cual "mejor no empiezo nada que después no
voy a poder terminar". Así, el “macho viril” se prohíbe los juegos, las
caricias, los mimos, todo lo que sea una muestra de afecto, ternura y amor.
DR. ADRIÁN SAPETTI, psiquiatra y
sexólogo. Autor de los libros: "Los senderos masculinos del placer"
(Editorial Galerna) y de “Sexualidad en la pareja” (Editorial Galerna).
Director del Centro Médico Sexológico y del
sitio www.sexovida.com
Nota: continuaremos en próximas entregas,
dando en la última de ellas, un ejercicio para aumentar la sensibilidad y
sensualidad a flor de piel, que ayudará a enriquecer nuestra vida erótica y
amorosa.
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