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“Soy
la persona más feliz del mundo. ¿Por qué no regalarle esa felicidad a un
hijo?”
Tiene
Síndrome de Down, pero eso no le impide hacer todo lo que quiere. Trabaja en
la Municipalidad de San Miguel y sueña tener un hijo con su novia, Flavia.
Además, actúa y bucea. Esta es la conmovedora historia de un joven de 24 años
que es todo un ejemplo.
Es
un día de semana como cualquier otro. Las rondas de mate pasean por la
Municipalidad de San Miguel, en Paunero 1136. Como es habitual en nuestro
país, las paredes de los edificios públicos tienen manchas de humedad y
alguna que otra frase escrita en lapicera. La gente forma su cola, espera su
turno e intenta lidiar con la burocracia lo más rápido posible. Una mujer se
acerca al mostrador y queda callada por un segundo. “Vos sos mogólico”,
dispara sobre el chico detrás del mostrador, y enseguida agrega: “¿Cómo
pensás atenderme?”.
Mariano
González Rena (24) es empleado de planta hace un año y nueve meses. Ingresó a
la Municipalidad gracias al Programa Empleo Comunitario, y desde entonces su
vida es mucho más plena, asegura. Sin perder la calma, Mariano contestó: “Yo
la voy a atender señora, despreocúpese. Que sea mogólico no significa que no
pueda hacerlo”. La mujer calló, resolvió su trámite y se fue. En ese mismo
momento, sus compañeros lo ovacionaron con aplausos.
Mariano
vive con su padre, Jorge González (72), la persona más importante de su vida,
según comenta. Entre los dos se ocupan de mantener la casa en orden: cocinan,
planchan, lavan la ropa y hacen las camas. Su madre, Lili (o su ángel, como
él le dice), murió en el 2001, y luego de atravesar una pequeña crisis
Mariano pudo salir adelante, gracias al apoyo de su familia. Es actor y
sueña, algún día, compartir un escenario con Pablo Echarri y Benjamín Rojas,
sus ídolos. También hace buceo, natación, viaja en colectivo, y es consciente
de que la donación de sangre puede salvar vidas. GENTE estuvo con él y
conversó sobre la integración de los discapacitados en la sociedad. Además,
habló de la muerte, el aborto, de sus amores, y fundamentalmente, de la vida.
SUS
AMORES. Además de su padre, su familia está formada por sus dos
hermanos: Ignacia (35) y Andrés (32). Sin embargo, desde hace tiempo Mariano
habla por teléfono todos los días con la misma persona. Se llama Flavia Luján
Coronel (24), y es su novia.
–¿Qué
fue lo más lindo que te pasó en la vida?
–El
día que conocí a mi novia en el colegio. Entre idas y vueltas llevamos cinco
años juntos. Ya hemos decidido que en el transcurso del 2009, Dios mediante,
vamos a planificar nuestro matrimonio.
–¿Amor
a primera vista?
–Sí...
Bueno, no. En realidad ella se enamoró de mí, y me preguntó si quería ser su
novio. Y yo le dije “sí, quiero”. A partir de ese día empezamos a salir.
Tomamos helados, vamos al cine, salimos el Día de San Valentín y fuimos a los
recitales de Erre Way y Casi Angeles.
–Me
imagino que no todo debe ser color de rosa…
–Claro
que no. Ella también ha tenido sus rabietas y rencores, pero eso ya lo
dejamos atrás. Lo lindo de nuestra pareja es que compartimos las cosas lindas
y las cosas feas.
–¿Y
cuáles son esas cosas feas?
–Hace
siete años que perdí a mi mamá. Esos fueron los días más tristes de mi vida.
Insultaba mucho, no podía controlarme. Pero junto a mis seres queridos, y con
la ayuda de mi médico de cabecera, pude salir adelante.
–¿Qué
es lo que más te hace enojar?
–Dos
cosas: me molesta mucho que me llamen Marianito, como si me tuvieran lástima.
Y lo otro es que se metan con mi papá. Se pueden meter conmigo, pero con él
no. Eso no lo permito.
–¿Que
significa él para vos?
–Es
mi compañero de vida. El padre que siempre quise tener, aunque a veces su
carácter es fuerte. Igual yo me lo banco, porque lo quiero tal cual es.
–¿Y
tu mamá?
–Gracias
a ella soy un hombre de bien. Y que lucha por la integración de muchas
personas discriminadas.
–¿Le
cambiarías algo a este mundo?
–Para
nada. Toda la mierda, y perdón por la palabra, la puso el hombre. El que debe
cambiar es el ser humano. El mundo está en su lugar.
LA
VIDA Y LA MUERTE. Para Mariano no hay temas tabú ni vacilaciones.
Tiene una opinión formada sobre el aborto, sobre Dios y hasta sobre las
operaciones estéticas. Cree que la educación es la solución de todos los
problemas y sueña con, algún día, tener un hijo.
–¿Qué
opinás de las operaciones estéticas en las personas con Síndrome de Down?
–Ya me he manifestado en contra en muchas
ocasiones. La operación podrá suavizar los rasgos de la enfermedad, pero
nunca la discapacidad. Mi novia sólo se operó de una hernia, pero nunca de
otra cosa. Yo me enamoré así de Flavia, y no la quiero de otra manera. Lo
esencial es lo de adentro: ser limpio y puro de corazón no lo refleja una
cara.
–¿Tendrías
un hijo con ella?
–Sí,
sería un sueño. Pero la madre de Flavia se ha manifestado en contra, porque
dice que hasta que no me cuide no puedo tener relaciones con ella. Yo creo
que es porque tiene miedo de ser abuela. Así que tomé los recaudos necesarios
y ya tengo los preservativos en mi cajón.
–Entonces
nunca tuvieron relaciones...
–No,
nunca...
–¿Qué
les dirías a las personas que piensan en la posibilidad de abortar?
–Lo
primero que les diría es que se cuiden, que usen preservativos. Y que no
maten a esa criatura, que no tiene la culpa de nada, aun si viniera de una
violación. Ella es inofensiva e inocente. La gente que aborta no está
respetando el derecho a vivir.
–Si
tuvieses un hijo con tu novia, ¿hay muchas posibilidades de que nazca con
Síndrome de Down?
–Es
posible, pero no me importa. Venga como venga, será bien recibido. Yo me
considero la persona más feliz del mundo. ¿Por qué no regalarle esa felicidad
a mi hijo?
–¿Qué
es la vida para vos?
–Un
regalo de Dios. Sólo El sabe lo que hace. Nadie debería meterse con eso.
Más
de 2.500 personas presenciaron su discurso. El hotel Hilton inauguraba el
Primer Congreso Iberoamericano sobre la Familia y el Síndrome de Down.
Mariano tomó valor, se paró enfrente de todos, y mientras le temblaban las
medias, les dijo a los presentes: “Tengan en cuenta que los que tenemos
Síndrome de Down también somos personas”. Luego miró en dirección a su
compañero de vida y concluyó: “Papá, gracias por no abortarme”.
Por
Juan Cruz Sánchez Mariño.
Fotos:
Fabián Uset.
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